jueves, 20 de octubre de 2011

Mandala de Amor para un amigo

Ayer, después del trabajo, asistí a un Taller de Luz que dicta mi amiga Carola.  En esta ocasión trabajamos el ejercicio de observar la luz para activar la glándula pineal.  Después tuvimos que dibujar lo que vimos.  Y como ejercicio final, en una hoja nueva, dibujamos un mandala, que consiste básicamente en un círculo dentro del cual cada quien puede dibujar las formas que desee y pintarlas de los colores que más nos gusten.  Los  mandalas, en términos generales, sirven para sacar cosas de nuestras vidas o para crear y atraer nuevas.

Cuando Carola dijo, dibujen un círculo y dentro de él las formas que ustedes quieran, lo primero que vino a mi mente fue un querido amigo que está enfermo.  Se llama Max y lo conocí durante 3 años, tiene un pelaje de color café claro como rubio, orejas muy suaves y una cola de zorro casi blanca; ojos dulces y cansados.  Un hocico cálido y  una panza peluda y tibia.  Max llegó a la empresa donde trabajé y en ese entonces era huraño y mañoso.  Llegó cojo de una pata delantera, tal vez atropellado, en los huesos de delgado, pero con ganas de quedarse.  Enrique, que era el jefe de la oficina, adora a los perros, por lo tanto, Max se quedó.  Le compramos alimento y le fuimos integrando de a poco.  De a poco también, él nos fue aceptando y queriendo.  Max era parte de los asados de los viernes, todos le dábamos algo y siempre supo portarse bien.  Yo me hice su amiga casi de inmediato, cuando salía de la oficina a fumar un cigarrillo, él me acompañaba siempre aunque estuviera lloviendo a cántaros y el frío calara los huesos.  En las mañanas, nos recibía con tanta alegría que creo que todos nos contagiábamos y yo pensaba que eso me ayudaba a empezar mi día con alegría en el corazón.  Corría desde el fondo del patio y a mí me empujaba fuerte y luego mordía mi chaqueta.  Las veces que estuvo enfermo, todos nos coordinábamos para que Enrique autorizara a llevarlo al veterinario.  Una vez, estuvo enfermo de un golpe que recibió en las caderas.  Don Gonzalo, el encargado de Bodega, quien todos los días llegaba con comida para Max, fue quien lo llevó al doctor y yo le compré los remedios y vitaminas.  Le escondía las pastillas en pan o comida para que las comiera.  

Cuando nos cambiamos de oficinas, lo llevamos con nosotros y yo le hice una especia de casa en el fondo del terreno.   Con el tiempo, la casa fue mejorando.  Tuvo una novia que llegó de las oficinas vecinas.  Tuvo que ganarla, porque había otros perros en el sector.  Una mañana, cuando llegamos, descubrimos que había luchado casi a muerte con otros perros, había sangre en los vidrios y Max estaba echado sin poder levantarse.  Lo revisamos bien, y por suerte sólo era cansancio.  Durmió todo el día.  Se ganó a su novia, y tiempo después ella venía todos los días cada día más gordita. Nunca pude saber dónde tuvo a los cachorros.

Ahora Max está enfermo, nunca supimos qué edad tenía exactamente.  Creemos debe tener unos 7 u 8 años, pero su vida antes de llegar a nosotros es un misterio y sospecho que no debe haber sido nada buena; así que es como si tuviese unos años más.  Le salió un tumor en su hocico, el veterinario que lo vio dijo que era maligno porque le tomaron un escaner.  Yo ya no trabajo allá, pero Enrique me informa de su estado.  Cuando lo supe, me dio mucha tristeza y pedí a San Roque y a San Francisco que se sane, que no le duela y que viva muchos años más.  Pero anoche cuando dibujé el Mandala para él, sólo pedí que sea la voluntad de Dios porque eso será lo mejor para Max.  Yo quisiera que siguiera aquí un buen tiempo más.  El Mandala lo hice con todo el amor que le tengo a este querido amigo que tantas alegrías nos regaló.  A mí sobre todo.  Me hacía feliz sólo el acto de verlo y tocar su pelaje suave, rascarle las orejas y dejar que besara mi mano.  Para el valiente y dulce Max es este Mandala de sanación y amor.   

Paz a todos.


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