sábado, 24 de julio de 2010

¿Vale la pena sufrir por alguien?

Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte. Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos. Joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura. Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riqueza que amor y perseverancia.

Cuando le llegó el momento de hablar, dijo: "Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor.  Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas.  Esa es mi dote..." La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar: Tendrás tu oportunidad: Si pasas la prueba, me desposaras".

Así pasaron las horas y los días.  El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas.  Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena.  Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos. Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la joven princesa, se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño lo alcanzó y le preguntó ¿Qué fue lo que te ocurrió? ... Estabas a un paso de lograr la meta... ¿Por qué perdiste esa oportunidad?... ¿Por qué te retiraste?...

Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja: "Si ella no me ahorró un día de sufrimiento... Ni siquiera una hora, es porque no merecía mi amor".

El merecimiento no siempre es egolatría; sino dignidad. Cuando damos lo mejor de nosotros mismos a otra persona, cuando decidimos compartir la vida, cuando abrimos nuestro corazón de par en par y desnudamos el alma hasta el último rincón, cuando perdemos la vergüenza, cuando los secretos dejan de serlo, al menos merecemos comprensión. Que se menosprecie, ignore, olvide o desconozca fríamente el amor que regalamos a manos llenas, es desconsideración o, en el mejor de los casos, desinterés o ligereza. Cuando amamos a alguien que además de no correspondernos desprecia nuestro amor y nos hiere, estamos en el lugar equivocado. Esa persona no se hace merecedora del afecto que le prodigamos. La cosa es clara: si no me siento bien recibido/a en algún lugar, empaco y me voy. Nadie se quedaría tratando de agradar y disculpándose por no ser como les gustaría que fuera. No hay vuelta de hoja: en cualquier relación de pareja que tengas, no te merece quien no te ame, y menos aún, quien te lastime. Y si alguien te hiere reiteradamente sin "mala intención", puede que te merezca, pero no te conviene. Retirarse a tiempo con la satisfacción de haber dado lo mejor de nosotros mismos, no tiene precio.

lunes, 12 de julio de 2010

** Sobre los Pensamientos y las Violetas **

 Bueno, estuve recordando el otro día, a mis abuelos paternos, que fueron los únicos que conocí.  Y recordé la casa donde vivían y a la cual nosotros íbamos de visita siempre, fines de semana, feriados y fiestas.  Y en esa casa tan linda, había un jardín enorme, con distintos tipos de plantas y flores y árboles frutales en la quinta.  Las flores eran todas muy bonitas, pero para mí las más hermosas eran los pensamientos, cuando las ví por primera vez, pensé que eran las flores más lindas del mundo, me impresionaron tanto, la forma y los colores tan intensos, colores que yo nunca antes, en mi corta vida, había visto en una flor. 


Bueno, entonces investigué un poquito y descubrí que el nombre Pensamiento,  viene del francés "pensés" (pensamientos) y la flor está poéticamente relacionada con los recuerdos. Cuenta la leyenda que si ésta flor se coloca sobre alguien que está dormido, la flor hará que cuando se despierte,  se enamore de la primera persona que vea porque tiene un poder mágico de amor.  Así, en "El sueño de una noche de verano", de William Shakespeare, Oberón vierte en los párpados de Titania unas gotas del jugo de esta flor para que se enamore del primero que vea al despertarse.  Es el Pensamiento también,  una flor sagrada ligada a San Valentín y también el emblema cristiano de la Santísima Trinidad. 




Vamos ahora con las Violetas, no recuerdo exactamente el momento donde descubrí estas flores, debe haber sido mi mamá quien las introdujo en mi vida, en Rayenco había en todos los jardines.  Lo que me impacta de ellas, es el aroma, tan exquisito y dulce, podría olerlas siempre sin cansarme nunca, como lo haría con mi perfume favorito.  Son tan frágiles y poco llamativas, pero todo eso se supera con la fragancia perfecta que poseen.  Descubrí que las violetas son la flor de la humildad, la lealtad y la belleza interior.  Además fueron consideradas como símbolo del misterio, un misterio que nos atrae a lo más profundo del bosque.......y también  como señales o puertas hacia otros mundos desconocidos.  Las violetas, casi siempre pasan desapercibidas, casi nadie las ve, aquí en Los Angeles hay en muchas partes, incluso en los jardines donde yo vivo.  

Me agradó descubrir estos significados de mis dos flores favoritas,  los Pensamientos me sorprendieron, nunca pensé que podían tener "poderes mágicos", sólo por eso, ahora me gustan mucho más.  Y las violetas, bueno......antes de investigar, yo ya sabía que simbolizaban algo sencillo, pero misterioso y que las cosas pequeñas y simples, a veces esconden grandes satisfacciones y sensasiones que no se encuentran en aquellas que son ostentosas y llamativas.